viernes, 23 de enero de 2015

Leer a Paz

Han pasado 65 años desde que se publicó "El laberinto de la soledad", hasta el día de hoy en que estoy leyendo sin tregua y verdadera vocación el libro, expreso lo que me hace sentir, debo confesar que el autor me tiene aturdida, en un bullido de palabras exploradas y sumisas a su ingenio, trato de entender, tarea difícil de aguda conciencia mental, hay que en verdad saborear cada letra, su voluntad dominando un lenguaje único de estilo, forma, contenido, domador de palabras, del tiempo, universal, clásico, poeta. 

Maravilla la observación detallada que hace, renace con el soplo de su pluma, es cierto todo lo que dice, apenas susurra pero su voz es un trueno, lentamente hay que leerlo pero con la paciencia que entiende las ganas fatídicas de devorarlo todo, miento, sus palabras penetran, dueñas y señoras de la conciencia que cargan, de los mexicanos a quien él recita todo el orgullo contenido en sus raíces, majestuoso: Paz no ha muerto. 

Brilla con más fuerza que nunca en este próximo centenario, "Señor de las letras de México". Ha dejado un tesoro en cada libro, el único que tenemos y podemos valer, la conciencia que nos brinda, pero pocos lo encontraran, yo había tentado el borde de la caratula de “El Laberinto de la Soledad”, mis dedos débiles aún habrían intentado leer sus palabras, fiel intelecto ahí contenido, pero no pude, no quise, lo olvide en un recuerdo, un momento que llegaría después, tenía que prepararme para leerlo, debía leer a muchos más, para tratar de arrancar palabras y argumentos que me ayudaran. 

Ahora lo leo, tibio ensueño de un pasado, absorto de melancolía, de un México perdido en ese laberinto que tan bien describe Paz, solos, más solos que nunca, con la inercia perpetua de  la continuidad de un destino fatal, donde los mexicanos asomados apenas en la salvación de las fiestas y el alcohol, apenas salimos ahogados y medios muertos a la pena de ver a nuestros país así. 

Hechura de la fastidiosa herencia de vivir agachados, sirviendo, humillados, ya sin disimilar la rutina pobre, con todas las desventajas que acarrea, ignorancia, retratada en la piel y en las palabras que ya no salen, silenciosas,  muertas de vergüenza por haber sido pisoteadas por los propios mexicanos, los poderosos, los de arriba, los otros, los tiranos, México fiel reflejo del totalitarismo, ha sido violado, nos han dejado sin ganas de levantarnos.

Interesante el ejercicio de sumergirnos entre las entrañas de la muerte que desfila en los ensayos sin el menor disimulo que provoca la celebración del "Día de muertos" la fiesta que sopla en cada rincón mexicano, descarados nos burlamos, no la comemos en figuras de azúcar, bebemos con ella, cantamos, lloramos, gritamos y gemimos en su encuentro, el día que dignamente hace su visita a nuestro país, la muerte a la que ayer celebramos hoy está presente, advirtiendo su llegada, la esperamos, la invitamos. 

Con suerte llegara. Así como nuestra condición superflua de esperar. Estamos destinados a décadas de contemplación, vemos saquear a nuestro país, pero después del grito repulsivo y explosivo de la Revolución, estamos apagados y más sometidos que nunca, perdidos entre centros comercial, celulares, Internet, redes sociales,  extranjeros apoderados de nuestro tiempo y zozobra. 

Creo que seguimos perdidos en el laberinto que describe Paz, la soledad como fiel espejo de un sentimiento colectivo, sin duda leerlo es ya un encuentro con México.